jueves, 3 de junio de 2010

De esos textos hermosos que a uno le llega de gente del mismo origen.

Cada año, los pesticidas químicos matan a no menos de tres millones de campecinos.
Cada día, los accidentes de trabajo matan a no menos de diez mil obreros.
Cada minuto, la miseria mata a no menos de diez niños.
Estos crímenes no aparecen en los noticieros. Son, como las guerras, normales actos de canibalismo. Los criminales andan sueltos. Las prisiones solo están hechas para los que destripan multitudes. La construcción de prisiones es el plan de viviendas que los pobres merecen.
Hace más de dos siglos, se preguntaba Thomas Paine:
-¿Por qué será tan raro que ahorquen a alguien que no sea pobre?
Texas, siglo veintiuno: La última cena delata a la clientela del patíbulo. Nadie elige langosta ni filet mignon, aunque esos platos figuren en el menú de despedida. Los condenados prefieren decir adiós al mundo comiendo hamburguesas con papas fritas, como es su costumbre.


Eduardo Galeano.

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