domingo, 31 de enero de 2010

Para proyecto cartele, a mi humilde entender

Un impresionante parecido




En mi estadía playera, me topé con un extranjero que, seguramente no tenía idea a quién era idéntico.. es como si estuvieras vivo, puto lindo!

(Feliz cumple atrasado)

El juego en que andamos




Si me dieran a elegir, yo elegiría

esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.

de "El juego en que andamos"


Juan Gelman

Holden había encontrado su misión...

(...) me imagino a muchos niños pequeños jugando en un gran campo de centeno y todo. Miles de niños y nadie allí para cuidarlos, nadie grande, eso es, excepto yo. Y yo estoy al borde de un profundo precipicio. Mi misión es agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio. Quiero decir, si algún niño echa a correr y no mira por dónde va, tengo que hacerme presente y agarrarlo. Eso es lo que haría todo el día. Sería el encargado de agarrar a los niños en el centeno. Sé que es una locura; pero es lo único que verdaderamente me gustaría ser. Reconozco que es una locura.

NO HAY PERSONAJE LITERARIO MÁS MARAVILLOSO, CON QUIEN HAYA GENERADO SEMEJANTE EMPATÍA Y HASTA, ME DE LA SENSACIÓN DE CRUZÁRMELO POR LA CALLE, YA GRANDE, O ETÉRNAMENTE JOVEN.

Gracias por presentarnos al Catcher...

miércoles, 27 de enero de 2010

A quien no se lo merece


Y me pregunto por dónde andarás

sólo puedo verte entre los bosquejos de mis ideas,

vanas, obsecuentes, ya rendidas,

mutiladas por la realidad que elegiste llevar a cuestas.

Quizás el peso esté a mis espaldas,

como una sombra densa que no se desprende

a pesar de los días, a pesar de tus tormentas.

Ayer inauguramos...



Si comprender es imposible, conocer es necesario porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo, las nuestras también. Por ello meditar sobre lo que pasó es deber de todos.



Primo Levi

Tener la posibilidad de compartir lo que hacés, no tiene precio


Nota en la radio Jai, el día de ayer...


domingo, 24 de enero de 2010

Creanme, no se puso la bata para la foto...

Tengo el agrado de invitarlos

Encontré en Parque Centenario unos cinco novios que tuve...

Amores ajenos II

Amores ajenos

Juan el garoto II


El video no me favorece vocalmente, pero es de mis favoritos...

http://www.youtube.com/watch?v=wajxtv6X1

Juan el garoto


Intentaba disponer de los placeres de la playa, a cuestas de la muchedumbre y las ganas sin ganador, cuando encontré una razón más para usar mi cámara. Era una razón entrada en años, casi octogenario; protegía la morada de sus ideas con un estrafalario dispositivo, mezcla de gorro y carpa para cabezas.

Lo oí cantar. Entonaba, era agradable. Al principio no le cazé la onda y me reí un poco. Uno no sabe si Juan está loco o más cuerdo que todos nosotros hasta que lo hace usar su voz para hablar en serio.

Nació en Antofagasta, del lado de Chile, donde el desierto regala -como dice él- al mar como única vegetación. Hace 35 años, luego de un período corto viviendo en Brasil (de ahi su apodo) que decidió radicarse en Mar del Plata, siempre teniendo como denominador comun de su residencia el mar. Según nos contó, escapaba de la dictadura, y hasta perdió a un hijo. Hoy vive con su mujer y una familia completa de nietos, aunque sus días pasen solitarios, rodeados de la multitud -a veces molesta y otras grata- de la mano de una reposera blanca, la mochila y un anotador. Allí deposita toda su inspiración, que bien la compara con la naturaleza de "un sueño, pues cuando me levanto para escribirlo o contarlo más tarde, ya no es lo mismo, se perdió". Según cuenta este creativo innato, cuenta con más de 150 canciones, algunas registradas.

Esta lección de vida me agrietó el corazón de tristeza, quisiera darle un puñado de mi juventud para irnos de joda por ahi, o para chatear en el msn y quedar en contacto. Y de paso, que no tuviera que sufrir por esa arritmia de mierda, que no lo deja disfrutar de la vida como el quisiera, o como ha estado acostumbrado. El caso es, que creo haber visto en sus ojos otra cara de la vejez, que no me habían mostrado. Estoy hablando de una dignidad, mezcla de vitalidad y ganas de ser feliz, que tiene que ver con estar más allá de muchas cosas, sean prejuicios, clishés o vanalidades. Yo quiero llegar a vieja asi, carajo. Ahora tengo un modelo a seguir, digamos, más allá que mi abu, claro.

Creo que nos conectamos más aún cuando le descubrí el cuadernito que reposaba sobre su mochila; no pude evitar pedir que nos sacaran una foto. Con seis décadas de diferencia teníamos el mismo móvil entre el cerebro y la mano... era genial.

Cuando llegué a la ciudad mi hermano me dijo "Lisa, encontraste a tu Encías Sangrantes" =P
Yo creo que encontré una razón digna para sonreirle a la vejez. Y quiero sostenerla como él, inspirada por el mar.

Insólitos infelices


Mi letargo combina con este atardecer inmundo | tengo sed en medio de un paraíso | tengo cansancio durmiendo | tengo ganas de llorar en medio de la comedia | El desgano gobierna mis sentidos, claudica en el reino de los insólitos infelices, donde nadie sabe cómo ser feliz.

La sal entre la gente



Mataría por tener un segundo de soledad para llorar a lágrima viva, como diría Oliverio, pero no puedo entre estos. Por cada persona que pisa esta arena, una lágrima daría. Y no sería cualquier lágrima, sería discreta, sería eufórica, sería tristeza y emoción, brotaría hasta encontrar su curso.

No es el momento


A duras penas y al tacto, los dedos se tropiezan con heridas de tus uñas,
Torpe las que las lleva, se enamora con cada herida de guerra.
Me dijiste que no me queje, que las lleve con orgullo
Yo te pido prestada un poquito de dignidad, si me la arrebataste una noche de lluvia...

martes, 5 de enero de 2010

Lo agrego, si; la forma en la que está redactado es hermosa.

Esta es la historia de un hombre que quería ser cantante de rock and roll y se tuvo que conformar con ser mito. Es también una historia que se resiste a ser fábula: aquí no hay moraleja, apenas misterio. Estamos hablando de una de las invenciones más minuciosas e intrigantes del espectáculo argentino. El decía que Roberto Sánchez inventó a Sandro. A esta altura, habrá que sospechar firmemente que Roberto Sánchez era Sandro y que finalmente ésta fue la historia de un hombre que se inventó a sí mismo. Como todos saben, antes de ser "de América" Sandro fue de Valentín Alsina. El dato no resulta menor para la construcción eficaz de la leyenda: como Gardel o Maradona, su origen humilde y suburbano lo proveyó de una sabiduría extraña: con el marco inasible de su carisma y su risotada imbatibles, Sandro solía decir mentiras perfectas que sonaban a verdades absolutas. Como los chicos, sabía jugar los juegos con la seriedad que corresponde. Conocía sus límites y los límites del artificio. Todas estas características no son otras que las que definen a un artista. Sandro era un artista que además cantaba. Se consagró cuando sacudió la pelvis en Sábados Circulares de Mancera. Venía de frecuentar la bohemia de La Cueva, el sótano donde Litto Nebbia, Miguel Abuelo, Tanguito, Moris, Javier Martínez y otros fundaron el rock argentino. Con el primer dinero se compró una Moto Guzzi modelo 46 que estacionaba en el cordón de los conventillos de Alsina. Su padre Vicente trabajaba en el frigorífico Wilson, su madre Nina leía historias árabes en el palier. El seguía parando en el Bar Pancho, pero ya esporádicamente. Cada vez tenía más shows, fama y dinero. Por entonces comenzó a acuñar frases y sentencias que repetiría por décadas con el énfasis de quien las dice por primera vez: "De mi casa para afuera soy Sandro; de mi casa para adentro, Roberto Sánchez: yo no compro lo que vendo". "¿Mi secreto? No tengo: simplemente uso jeans como si fuera un smoking y smoking como si fuera jean". "Mi única obsesión es no dar lástima en el escenario". Después de cantar en el Madison Square Garden de Nueva York, el 11 de abril de 1970, en uno de los primeros eventos musicales televisados en vivo a buena parte de América, el éxito desfondó cualquier previsión. El fenómeno de Los Beatles había cambiado drásticamente los modales en relación entre fan y artista: corrían tiempos de fiebre, amor y locura. Sandro comenzó a filmar películas populares --que no buscaban otra cosa que cabalgar sobre el suceso musical y afirmarlo--, y a mantener una sorda competencia con otros cantantes de la época, como Palito Ortega y Leonardo Favio, en la conquista de América.Todavía no era el mito indiscutible. Era, sí, el ídolo de una buena porción de los jóvenes. Para los que gustaban del rock nacional o, por ejemplo, de Serrat, Sandro era un cantante "complaciente" que basaba todo en su imagen. Un monigote eléctrico que hacía canciones vacías.Cuando empezó a dejar de ser el remedo criollo de Elvis para --debido al paso del tiempo o por simple intuición artística-- ir vislumbrándose como el crooner que era, Sandro observó cómo el furor menguó. Ya no era un fenómeno discográfico, ya su búnker de Banfield se había convertido en el hogar blindado que lo aislaba de las desmesuras del fervor pop y, al mismo tiempo, en la usina de rumores desopilantes. Si a principios de los '70 tuvo que desmentir contactos "con la guerrilla", después le endilgaron hijos ("a partir de hoy parece que tengo exactamente 35 hijos", ironizó en 1977), variadas inclinaciones sexuales, enfermedades y un variopinto desfile de mujeres por su cama.
Lo concreto es que la vida íntima parecía más discreta que las fantasías: la ocupaban simplemente algunos amores (Julia Viscani, Tita Rouss, quizá María Marta Serra Lima, después María Elena Fresta) y el cuidado de su madre Nina. Sus vicios continuaban intactos o en franco ascenso: la bebida (este orden: champagne, whisky, gin) y una cantidad de tabaco que durante dos décadas rondó los 80 cigarrillos diarios. "Nadie maltrató tanto el cuerpo como yo", dijo una vez entre el arrepentimiento y la vanagloria.
La historia de Sandro era, también, la de los valores de cierta clase media barrial. A pesar de que en él se hacían carne muchos de los contrastes de la argentinidad (en 1982, por ejemplo, declaró que quería ir a las Malvinas "no a cantar para los soldados, sino para pelear"), el prototipo no llegó a degenerar en caricatura. Sandro defendía a la madre, a la familia y a la Patria (en sus shows ubicaba una bandera argentina en un costado).
Criticaba a los políticos y detestaba a las guarderías infantiles y a los geriátricos. Por eso él mismo cuidó en Banfield a su madre durante su larga convalescencia. Por amor a la familia, "adoptó" a los cuatro hijos de su mujer, María Elena Fresta.
Los pormenores de la relación con María Elena fueron una de las escasas concesiones a la divulgación de su vida privada. Un trozo de misterio arrojado a la multitud. "Estoy soltero nuevamente", declaró Sandro a una radio de Lanús en marzo de 2005, confirmando su separación de María Elena, con quien estuvo en pareja 15 años. Fiel a su estilo, no develó los motivos de la ruptura. Tiempo después se supo que, en abril, comenzó una nueva pareja con Olga Garaventa, de 45 años, ex secretaria de su manager, y que lo acompañó en los últimos meses.
María Elena había sido un sostén esencial durante la agonía de doña Nina --fallecida en 1992-- y, después, durante los peores momentos de la enfermedad de Sandro, un enfisema pulmonar que pareció cobrarle cada uno de los cigarrillos que devoró desde que empezó a fumar, a los 13 años. Enfisema que él logró neutralizar --rigurosa gimnasia, cero tabaco, aunque en abril de 2008 se supo que su nombre figuraba en la lista de espera del INCUCAI para un doble trasplante de pulmón y corazón-- y, de un modo intrincado, incorporar al show. Como lo sugirió en uno de sus últimos espectáculos, El hombre de la Rosa, con el que se cansó de llenar el Gran Rex. En el escenario, diseñó una red asistencial de cuatro tubos de oxígeno, que, lejos de disimular, se encargó de describir al público.
Pareciera que siempre tuvo la cabal convicción de estar siguiendo letra por letra un guión formidable. Quizás comenzó a escribirlo hace más de 40 años en un patio de Valentín Alsina. Hasta ayer no se cansó de perfeccionarlo.
Sandro había nacido en la Maternidad Sardá a las 3.20 del 19 de agosto de 1945.

Esa puta cuestión



Lo más conmovedor del amor, es la ausencia en sí mismo.

lunes, 4 de enero de 2010

domingo, 3 de enero de 2010

Ojos que ven, corazón que siente.

A las mil y quinientas de esta noche me voy a la cama -a pesar de esta lluvia que me mantiene en vilo- con una convicción: Cuando dos pares de ojos se imantan, no hay mucho más que hacer. Uno se encuentra realmente perdido.

sábado, 2 de enero de 2010

El corazón no necesita paraguas...


Las ganas fagocitan los rencores,
Amanecer gris perla, este sí es un hotel cincuenta estrellas...
Un mensaje sin enviar, amenazaba:
"Una década más en tu cabeza";
a pesar de mi dubitativo, se que le gustó.
Sin testigos más que un gato de tejado,
aquellos desvencijados se unen,
mitad alma, mitad cuerpo,
para fusionar los motivos por los que subieron el colchón.
No está de más sugerir que la lluvia a posteriori,
más que un cierre fue una bendición; se llevó todo lo malo.