lunes, 19 de abril de 2010

Historias del trayecto XII: Por error


Con mi resfrío como yunque en la frente la remé hasta salirme con la mía. Era viernes, y necesitaba un poco de distensión. Como la vida tiene esas vueltas, lejos quedé de hacer las pases con mis nervios. Sucede que a veces las imágenes que me taladran remitiéndome a alguien o algo en particular, suelen tomar forma prontamente.

Por algún motivo u otro, aquel día terminaron todos los caminos -no conduciendo a Roma- sino a Dani. Y el 41 no fue la excepción. A penas me subí al colectivo me helé. Era una Espina en pinta. De más está decir que se me clavó en el pecho, como tantas otras veces que la encontré, de a pedazos tras la gente que camina, se viste o tiene algo parecido en sus ojos. El recorrido no me ayudaba demasiado, su Colegio, los llamados por celular a mitad de Palermo, la Plaza de Salguero y Las Heras inundada de mi tristeza al golpearme la cabeza contra la noticia.

Viajaba con amigos, ella, también. En el fondo, un deseo mío se desperesaba como después del letargo, ese de que se haya escapado, que hoy esté, por ejemplo, siendo pasajera en un asiento cerca al mío. Pero otra vez me equivoqué; a pesar de su inefable parecido, era una perfecta desconocida.

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