jueves, 22 de noviembre de 2012

Historias del Trayecto XXX: Te miraba de afuera

La cabeza me reventaba de paz. Creo que las papilas gustativas se esmeran para retener el sabor...
Le dimos derecho por la 83, después de ir a 120 por Perón. Me dí cuenta que la misma calle se llamaba Cerrito, Honaine, Arenales y Mitre... por momento pensé que el remisero me llevaba al infinito.
A la altura de la segunda, pasamos por la casa en cuestión. Es feo cuando algo, en este caso, una casa pierde capacidad de denominación. ¿Cómo la llamo ahora, "La casa de mi tío", que después fue "La casa de mi tía", y más tarde "La antigua /ex casa de mi tía o de mis tíos"? El tiempo pasa. Y con el tiempo, las cosas, y todo eso hace que una frase tan banal sea perfecta. Porque la ventana de la cocina estaba abierta. Porque un lamparón nuevo iluminaba el mismo verde musgo y los mismos patitos de la guarda del empapelado por encima de los azulejos, pero le dibujaba la sombra a una fulana cabizbaja concentrada en dirección a la mesada que es un pecado que haya dejado de ser de Algarrobo. 
Es como que me hubiera salido humo por un agujero que se me acababa de formar en el pecho. Qué vacío enorme, cuántas Navidades... cuántos abrazos, cuántos sobrinos, cuántos sueños cumplidos. Cuántos sueños cumplidos... de repente entendí mucho. Supe que lo que nos estimula de ellos, es como pararla de pecho y meter un gol de cabeza. Pero también me supe, que cuando la  pelota se te va por atrás y ya no la ves también es parte del juego. Sabé que alguna vez fue para vos. 

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