lunes, 30 de agosto de 2010

Historias del Trayecto XVII: La señora del ayer II

Estaba harta de cargar con la cartera tan pesada como nunca, cuando volví a ver a quien cargaba con pesos mayores...
El mismo carro, los mismos ojos, la misma dulzura de mujer. Ahi estaba ella, toda dispuesta a terminar el día lo mejor posible. Le sonreí, y salí por la puerta de atrás del vagón.
Crucé para salir al encuentro, pero aún no me venían a buscar. Siguiendo el camino de la luz, pisando las mismas baldosas de antes, volví hasta la heladería de mitad de cuadra. Bastante irónico que, sea el lugar más atractivo e iluminado a la redonda en pleno agosto...
Otra vez el carrito, los ojos y la dulzura. Subió el changuito con una sonrisa, lo arrastró hasta el mostrador y leyó los gustos con mucho detenimiento. se quedó con la frutilla y los quinotos al whisky.
El heladero le dijo "Son cinco". Ella bajó las rueditas por el escalón, rápido, con un poco de vergüenza. No me dieron las manos para sacar plata, confieso, suelo ser muy torpe. Entonces improvisé un "¿Vamos a tomar un helado?" y aceptó, desde luego, regalando otra sonrisa más.
En la mesa me contó que preparaba 53 chicos para la comunión, y que, multiplicados por un peso, había invertido en ellos en fotocopias. Desde donde lean este blog, sepan, eso es mucha plata, más bajo estas circunstancias.
Y asi supe, por más que me indigne, su versión del sacrificio.
Le di mi teléfono y quedamos en contacto. Quiero que pueda; quiero que quiera, tomarse un helado conmigo.

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