viernes, 28 de septiembre de 2012

Cuando chico Tomo dos: El día que se enfiestó la Ola




Gelly. Calle sin salida. Cola infernal. No hay lugar para estacionar el Peugeot 504 rojo del que un día sentada en el asiento delantero casi salgo despedida al abrir la puerta con el coche andando... Mi papá me retiene con la zurda, y con la mano no hábil, sostiene los dibujos de Mickey que entregará minutos más tarde a la producción con el mismo entusiasmo con el que los hizo y firmó falsamente con mi nombre. ¿Qué nena de tres años iba a reproducir un boceto del mismísimo Walt Disney con semejante precisión? Una risa mi viejo.
El "Canal de la palomita" abre sus puertas, no me dan las Bubble Gummers ni la elongación de mis 45 cm de piernas para llegar más rápido al estudio. Mi mamá corre para encontrar el mejor lugar (Siempre fue buena para esas cosas). Nos sentamos del lado izquierdo, en la primer fila, abajo de todo. 
Creo que hasta mi bombacha debía haber sido rosa pastel. Todo estaba en composé; incluso Pelín... el "cabezón" (Como se le dice en la jerga de los que laburan para eventos infantiles) más deforme y aceptado socialmente a la vez que haya visto en mi vida. 
El escenario resultaba -a mi criterio de tres años de antigüedad- sencillamente despampanante. Todo era color, y la luz del estudio podía haber vuelto a enceguecer a Andrea Boccelli.  De pronto, la ceguera fue sonora; El lei motiv del programa aturdió a aquella hilera que esperó la llegada de este momento por horas -ahora escalonada y en pendejodemierda modo on- y se hizo la gloria. 
¡¡¡Huuuuulaaaa Chiiiiiicuuuuuuuusss!!! pregonaba una maestra nata -que más que jardinera lo fue del disfraz- . Flavia Palmiero se apareció como un tsunami, más que una Ola... y el estudio se vino abajo. 
No me pregunten qué carajo pasó en ese programa. Lo que recuerdo, de ahí en más, fue haber perdido la lucidez, y la vergüenza (Práctica que después sería casi el motor de la mayoría de los actos de mi vida). Con un empujón -literal y en la espalda- de origen materno, dí un paso al frente, salté cinco cables, esquivé dos cameraman y me comí tres escalones, pero llegué. Era el momento del programa en el que Flavia invitaba a pasar a los chicos del público, mientras "was hanging out" con los "mini susanos" que acumulaba, como Nico Cabré o Agustina Cherry. Había una especie de escalinata amarilla en la que estaban todos sentados, como haciendo huevo. Me inmiscuí como hija de vecina, y tiré una sonrisa 360°. La conductora, veinteañera de permanente color nuez y sombrero XL, me entrevistó en 30´: Nombre, edad y alguna otra boludez salieron al aire. La luz me seguía quemando los ojos, no llegaba a ver las cámaras, ni mucho menos a mis viejos, que a esa altura volaban en una nube de pedos en un globo aerostático. 
En el afán de recuperar la lucidez, sacudí la cabeza (como diciendo "no") y escuche que Flavia invitaba a la tribuna a "Ir a la pausa". Hete aquí el Big Moment: "La olaolaola está de fieeeeesta, la olaolaola ya llegó, con Flavia con Pelín y las cancioooones, ¡la Ola está de fiesta para vos!". Fue como un pase de gol para el hall-to-fame: El mundo se detuvo por un segundo al mejor estilo "baile de las estatuas", y decidí que me tenía que morfar la cámara. La pregunta es, ¿Cómo baila una purreta de tres primaveras? Sencillamente, saltando. Y salté, salté, con los brazos pegaditos al cuerpo como si estuviera en un sarcófago egipcio y tuviera un resorte en el culo. La ola estuvo de fiesta para mí, a pocas cuadras del Italpark.

Más de veinte años después (y sin ahondar tanto en semejante asunto) me topo en Youtube con este documento audiovisual: 


Para todos los veintiviejos, y treintaañeros, con amor. 


V.



 


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