martes, 18 de enero de 2011

Por amor (AL ARTE) 3


Miré a la ventana. Desbloqueé el celular, no había noticias nuevas. Fabián Casas me golpeaba la cabeza con su concepción de la muerte. Me golpearon duro. Tus bucles boicoteados por el corte de tu pelo, la falda Levi's de Jean, las camisas a cuadros. Todo me golpeó. Así te fuiste, a los golpes... seguramente enojada si leyeras que sigo con el vicio de la mala conjugación en mis escritos.

Pero antes de mencionar at random lo que me llevo de vos y hartar al fiel lector con la enumeración (tal como me corregirías vos con Bic colorada) preferiría llevar una narración cronológica.

Quiero que sepan que cada letra que se desprende a presión de este teclado y producto de mi impulso se debe a la semilla del yporquéno que Marina Kogan tuvo en suerte plantarme un viernes de marzo cuando se apareció en Ogilvy, primero vespertino de la Escuela.
Impulsiva, astuta y hasta insolente, hizo un esfuerzo sobrehumano para aparentar ser mayor o para no encariñarse tanto; pues le fue imposible y bendita "prueba no superada".

A lo largo del sendero pantanoso que transito del otro lado del pupitre y teniendo la puta costumbre (Ver Jean Baudrillard) como hechicera de desafiar y evaluar a los viejos brujos, me ha costado encontrar una piba que se haya roto tanto el orto (mil disculpas a los letrados) para atraer, transmitir y hasta -me atrevería a decir- ser el Agote de la transfusión literaria que corría por las venas con semejante amor y dedicación.

Nos presentó al relato breve como una mascota jodida, ¡Un Critter, por así decirlo! al que había que alimentar frecuentemente, pero ¡ojo con qué! porque podía terminar en desgracia. Iba a ser nuestra compañía de acá en más, y por ende debíamos saber lidiar con él.
Para eso, nos dejó las mejores armas al alcance de la mano; con Daft punk y Delicatessen nos enseñó el ritmo, con Una historia sencilla le disparó a la narración convencional, y Lola corrió hasta Alemania preguntándose: ¿Soy linda?.

Imposible despegar de la retina el viernes de mi cumpleaños, la torta de Juani y los versos que querían formar tímidamente parte del cadáver exquisito. Las paredes estaban plagadas con nuestras ocurrencias y sus combinaciones, ni hablar de la sonrisa que te estampaste en la cara, era innegable que te sentías plena.

Un día se te ocurrió sacudirnos el bobo como ropa sucia para Laverrap. Del Ipod chicle pelaste un concierto de piano y en diez minutos cerramos los ojos e imaginamos viajar a un lugar donde quisiéramos volver a estar. Qué curioso, luego de tantos ojos húmedos y anécdotas por tipear, nunca hubiera imaginado ese mismo momento, como una posibilidad a futuro para concluir el ejercicio. Despertar, abrir los ojos y decirte, "gracias loca, después de todo, la muerte es sólo un síntoma de haber vivido". Salute, Kogan, un gustaso.

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