viernes, 7 de enero de 2011

Historias del trayecto XXII: Cadena de favores

Ahora entiendo porqué le dicen Zebra crossing. Será la cebra de lomo más largo que se haya tirado a descansar en el asfalto. Era tarde y el semáforo enrojeció furioso, pero a pesar de mis tacos cuasi-zancos, llegué. El 113 estaba de buenas y yo por entrar.
Descaradamente, la máquina me botoneó ante la falta de cincuenta guitas. Descaradamente yo, por el espejo me declaré ante el chofer del bondi. Me ligué un guiño y un "Pasá". Zafé.
Echeverría, Moldes y una viejita hermosa. Llevaba un carrito rojo, me recordaba al último comercial de Jumbo. Para sorpresa mía y destreza suya, lo subió al colectivo. Inmediatamente la ayudé a subir, a sentarse, a orientarse y a bajar, mientras pensaba qué clase de hijo de puta no haría lo mismo. Era adorable, entraba en el podio con mi abuelita. Bajó con su vestido liberty y sus zapatitos de tela. Le bajé el changuito. "Chau querida. ¡Que Dios esté con vos por ser tan buena!" , ligué. Me sentí como el orto, esas cosas me emocionan como idiota que soy. Pero al rato me sentí impecable, estábamos encadenándonos.

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