domingo, 25 de octubre de 2009

Máxima de una mujer cualquiera


LOS HOMBRES QUE SACUDEN LA COPA TRATANDO DE SEDUCIR, NO LLEGAN AL SEGUNDO POLVO.

Existe una especie dentro de la raza humana, específicamente dentro del sexo masculino, que se jacta de tener aptitudes que los distinguen dentro del arte de la conquista. Decimos arte de acuerdo a la acepción referida a la habilidad, pues, gracias a una cultura general rica y a una verborragia digna de un político en campaña, estos hombres hacen de su discurso un desesperado intento por demostrar que son "El libro gordo de Petete". Paradójicamente y volviendo a citarlo, existe la posibilidad de que esto sea inversamente proporcional al handicap de su Petete.
En detrimento a lo mencionado, utilizarán cualquier artimaña para seducir a quien tienen enfrente, interpretando un rol (entre erudito y macho man), no dejando dudas acerca de su fuerte masculinidad. De esta manera, la fémina en cuestión pone a ejercitar sus ratones y toma partida en el juego, también dejándose llevar.
Por acceso de ambas partes, se concreta una cita, planteándose el campo de batalla. Las estrategias son múltiples y el sabelotodo en cuestión se venderá como especialista de disciplinas tan discímiles como aeromodelismo o filatelia. Se creerá etólogo, y sin ningún reparo en el sentido del ridículo, mecerá en forma circular la copa de vino, tal como lo vió en El Gourmet el sábado a la noche anterior, luego de haber sido rechazado por toda su agenda femenina. Pizza y cerveza tibias; los únicos testigos de aquella noche de duro entrenamiento ; todo sea por tener un as bajo la manga cuando más se lo necesita. Por credulidad o falta de atención, la fémina en cuestión caerá rendida ante semejante intento de dandy, para luego, trágicamente y por sorpresa tirar por la borda a todos sus ratoncitos cuando, en el despojo final de las máscaras, es decir -al desnudo- su gentleman sólo pueda sacudir con efecto una insulsa copa de vino, deseando ser una más en la agenda de las bajas para el sábado siguiente.
Como conclusión de este fenómeno, la máxima en cuestión sostiene que "Todo hombre que sacude la copa de vino tratando de seducir, no llega al segundo polvo".

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