sábado, 31 de octubre de 2009

Historias del trayecto IV: Musa



Tengo 20 minutos para escribir esto en estado de "musa", arriba del tren. Hoy no tronaron mis tacos en el andén, tenía unos chinos muy cómodos, de corcho, rebotan lo justo. Hablaba con mi hermano por celular, me pidió mis coordenadas. Le avisé que iría al encuentro en el lapso que tengo para redactar. Es preciso gastar tinta y tiempo por esos ojos.

¡Qué lo parió!, tuve que tornar mi cabeza en sentido horario 1/4 para el replay. Cigarrillo en mano, lo celeste, turquesa, diría yo, se confundió con el humo ascendente. Sabía que nos habíamos gustado al segundo, no como algo que mereciese un contrato, sino como algo parecido a una muestra gratis de las que te dan en el supermercado y te quedás con ganas de más. Claro está que... reunen sentidos mucho más tentadores que la vista, y en este caso son alimento para el estómago.
Estaba con un amigo, tenían ropa y peinado formal, o esos que intentan serlo, porque se dificulta con el pelo crespo y largo. Las luces amarillas dejaron de ser ténues cuando por cuestiones físicas y de perspectiva fueron más grandes a la vista. Elegí la misma puerta del tren a destino en común, tomando la delantera, me elogió, sonreí, me senté.
Supongo que su pucho se apagó a la par de nuestro coqueteo, porque no lo ví más. Lo busqué en lo que restaba de asientos y vagones faltandome dos estaciones para llegar al encuentro con mi hermano. Supongo que no me va a fallar la memoria para reconocerlo si me lo vuelvo a cruzar...

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