lunes, 27 de agosto de 2012

Platero, mi cuaderno y yo.


Este es el más parecido que encontré en internet.
Nueva Peatonal Suipacha, diciembre del 2011.
Tras un calor infernal, me refugié en la sombra que proyectaba el toldo viejo de una librería hermosa, gigante, llena de pavadas que reemplazan la felicidad de un juguete en mí desde que aprendí a escribir. Me dejé flechar el corazón por una réplica de un sacapuntas lila en forma de jackpot que me había regalado mi abuelo Tito, antes de su cita con las nubes... Tras haberse roto y casi veinte años después, corrí a los brazos de la señora que atendía el local, y me llevé dos.
Pero por supuesto que esto no cerraba acá. Linda Blair y yo tenemos las mismas facultades con el cuello, en medio del acecho comercial...
Te encontré en una góndola que alguna vez fue blanc, con precios desactualizados y desinflados... Me gustaron tus brillos, venías en un paquetito de celofán con una lapicerita insulsa que la habré perdido al mirarla. Me encariñé con tu negritud, tus colores, tus páginas gruesitas labradas en biromes de colores y tu tamaño pocket. Pero más aún cuando te convertiste en la nursery de este Blog.
Diste la vuelta al mundo en 80 carteras, 12 medios de transporte distintos y te apareciste hasta en boliches, cuando no vaciaba bien el bolso antes de salir.
Anoche te descuidé, me pudo más la cabeza y te me fuiste de las manos. Te regalé por obligación del olvido  al próximo transeúnte del último asiento...


Ojalá te vuelva a ver.

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