domingo, 14 de agosto de 2011

Cristina está que trina

Está peor que el Katrina. Veo, sin verla, que le sale humo por todos los agujeros… Sí, sí, incluso por aquél. Es más, ése debe ser la gran chimenea. Cristina está dopada. Tranquilizada pero nerviosísima. Así se la ve en todas las fotos. Y en todas las transmisiones televisivas.

Cristina está histérica, inquieta. Porque Cristina ahora sí sabe que es una marioneta. Seguramente antes, hace muchos años, cuando era montonera y ama de casa, cuando iba a algún cumpleaños con Néstor, sus amigos le decían: “Acá los pantalones los tenés vos”. Quién iba a aportan un centavo por aquel flaco chicato con la punta de los mocasines que dan pena.

Ese flaco desgarbado, ese flaco garabato, ese flaco simpático e indefenso era incapaz de matar una mosca. Cristina hacía todo. Lavaba, planchaba, picaba, rallaba, cortaba, ordenaba, doblaba… ¡Ay, qué lástima, Cristina, que te hayas convertido en pinocha! Vos, que tanto odiabas a Pinocho. ¡Ay, Cristina! Qué lástima ser la chirolita del chicato.

Pero no sólo Cristina está que trina. El sábado a Alberto le temblaba la voz. Se lo notaba aterrado, comiéndose un garrón. ¡Ay, Alberto! ¡Pobre Alberto! En qué lío te metiste. ¿Viste que no siempre sale bien la de chupar culos ajenos? Ya ni el alquiler vas a poder pagar y la mano te van a soltar… ¿Qué se siente Alberto, Alberto, ser el gran psiquiatra de este matrimonio demencial presidencial?
Don Aníbal ya ni pinta, escondido en su cueva, no recibe ni las buenas nuevas. Menos mal que sacás poco la cabeza porque las críticas sí que pesan. El bigote de marmota para mí que es de chasco. Y cuando todos se hundan o se tengan que ir como Fernando por la terraza, con otra personalidad podrás cruzar el charco.

o sólo Cristina está que trina. No sólo Alberto está mamerto. No sólo Aníbal está caníbal. Los nombres siguen. De Vido pide pido porque ya los negocios borrosos son horrorosos. Antes de ayer, noté lo más finito del piolín. Esto ya no da para más. Es una lástima y una vergüenza. Venía con mi auto por la avenida Santa Fe y un gordo burgués con pinta de señora de Barrio Norte y con suéter escocés trató de impedir mi paso cuando cruzaba Callao.

La morsa se me plantó frente al capó y al yo acelerar y avanzar, él con la cabeza me decía “no, no, no”. Varios nenitos, bien criados en cuna de oro con culito enmantecado y pitito enharinado, golpeaban cucharas de madera contra paquetas fondueras. Y con la mano, desafiantes, también me decían “no, no, no”. Grupo de mariquetas cobardes e indefensas si tanto coraje tienen, ¿por qué no van armados con antorchas y trinchetas a romperles la Casa Rosada?

El gordo seguía inmóvil. Parecía un personaje triste y decadente de Titanes en el Ring y yo, como no soy ningún gil, puse primera y se corrió porque sabía que si no me dejaba pasar “era”. Fuiste, gordo; gané yo y pasé. Y cuando pasé, sentí el mismo odio que de pronto siente D’Elía pero odio hacia todos, hacia la insensatez de este pueblo con tanta estrechez. No sé si ustedes se dan cuenta del odio que hay en este hoyo. El taxista me decía: “Es la caldera del diablo”. Y sí, pienso yo. Es Payton Place. Mientras debatíamos, pasajero y tachero, todo se me aclaró en un esplín: a esto no lo arregla ni Daisy May Queen. Feinmann trabaja de agitador y Hadad no duerme tranquilo si un cartel de “alerta” en el vestidor. A ellos les encanta sembrar el terror.

Perdón si esta vez el que siembra el terror soy yo… Me eligieron para escribir en la sección Sociedad, y te puedo asegurar que observo a la sociedad en un estado de peligro inminente. Chorros que son policías, que roban sin piedad. Doñas Rosas que agarran fuerte de la mano a sus nietos por miedo a que los secuestren. Precios que suben sin parar. Gendarmes arrepentidos que cortan rutas sin voluntad. Campesinos endiablados que de golpe cosecharon el mal. Transeúntes desesperanzados que caminan sin pensar.

El caos, la crisis, la falta de gollete, de sentido, el exceso de orgullo, de vanidad y de altanería han producido la gran guerra interargentina. Agarrate Catalina, que estamos galopando hacia un fracaso que no sale fácil del ocaso. Ni Duhalde tendrá el balde para apagar este incendio. Lo único que escucho del mozo, del barman, de la mucama, del yuppie, del actor, del tachero y de vos es: “Qué feo que está todo. Esta vez va en serio. Está todo feo…”.

“Hola, Fer”, me dice mi amigo Cullel. Levanto la vista y paro de escribir la columna. “¿Sobre qué escribís?”, me pregunta. “Sobre la situación del país”, le contesto. Pero es al pedo. Cristina debe estar en Olivos, divina, mirando Sex and the City…”. Agarrate, allá vamos.





Fernando Peña
Diario Crítica
Año 2008




Gracias genio... te extraño desde mis oídos, hasta el alma.

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