domingo, 24 de enero de 2010

Juan el garoto


Intentaba disponer de los placeres de la playa, a cuestas de la muchedumbre y las ganas sin ganador, cuando encontré una razón más para usar mi cámara. Era una razón entrada en años, casi octogenario; protegía la morada de sus ideas con un estrafalario dispositivo, mezcla de gorro y carpa para cabezas.

Lo oí cantar. Entonaba, era agradable. Al principio no le cazé la onda y me reí un poco. Uno no sabe si Juan está loco o más cuerdo que todos nosotros hasta que lo hace usar su voz para hablar en serio.

Nació en Antofagasta, del lado de Chile, donde el desierto regala -como dice él- al mar como única vegetación. Hace 35 años, luego de un período corto viviendo en Brasil (de ahi su apodo) que decidió radicarse en Mar del Plata, siempre teniendo como denominador comun de su residencia el mar. Según nos contó, escapaba de la dictadura, y hasta perdió a un hijo. Hoy vive con su mujer y una familia completa de nietos, aunque sus días pasen solitarios, rodeados de la multitud -a veces molesta y otras grata- de la mano de una reposera blanca, la mochila y un anotador. Allí deposita toda su inspiración, que bien la compara con la naturaleza de "un sueño, pues cuando me levanto para escribirlo o contarlo más tarde, ya no es lo mismo, se perdió". Según cuenta este creativo innato, cuenta con más de 150 canciones, algunas registradas.

Esta lección de vida me agrietó el corazón de tristeza, quisiera darle un puñado de mi juventud para irnos de joda por ahi, o para chatear en el msn y quedar en contacto. Y de paso, que no tuviera que sufrir por esa arritmia de mierda, que no lo deja disfrutar de la vida como el quisiera, o como ha estado acostumbrado. El caso es, que creo haber visto en sus ojos otra cara de la vejez, que no me habían mostrado. Estoy hablando de una dignidad, mezcla de vitalidad y ganas de ser feliz, que tiene que ver con estar más allá de muchas cosas, sean prejuicios, clishés o vanalidades. Yo quiero llegar a vieja asi, carajo. Ahora tengo un modelo a seguir, digamos, más allá que mi abu, claro.

Creo que nos conectamos más aún cuando le descubrí el cuadernito que reposaba sobre su mochila; no pude evitar pedir que nos sacaran una foto. Con seis décadas de diferencia teníamos el mismo móvil entre el cerebro y la mano... era genial.

Cuando llegué a la ciudad mi hermano me dijo "Lisa, encontraste a tu Encías Sangrantes" =P
Yo creo que encontré una razón digna para sonreirle a la vejez. Y quiero sostenerla como él, inspirada por el mar.

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