martes, 16 de febrero de 2010

Extraigo de una de mis compañeras. Me encantó.

Toda la vida lo quise.


Creo que el hecho de sentirme tan sola hizo que busque ayuda en otro lugar. Desde chica me gustó la literatura, pero mis padres nunca pudieron ver mi veta. Bah, más que veta, un placer en carne propia. Los últimos años se la pasaron de viaje en viaje. De acá para allá. Que Europa antigua, que oriente medio. Siempre con ansias de saborear lo desconocido. Lo único bueno de esos viajes es que me traían linda ropa y me dejaban la casa sola para mí. La verdad, de eso no me puedo quejar; de lo material. Porque de lo espiritual y emocional, mejor no hablemos. Casi me crié con Josefa. Pero, cómo me sacaba de quicio que se la pase dando vueltas siempre en la cocina! Lo que sí, los chicos la adoraban. Nos dolió tanto cuando se fue. Ufff, me fui de tema. Había empezado a contarles mi sentimiento de soledad. Vuelvo.
Creo que fue hace diez años, sí diez años. Estaba caminando por Ayacucho y Junín, y pegado en una de las rejas de Aguas Argentinas había un papel: “Taller Literario para jóvenes”. Saqué mi pequeña y tan amada bitácora y anoté el teléfono. A los dos días ya estaba ahí. No era tan lejos de casa. De hecho, volvía siempre con un compañero que me llevaba en bici, Pedro. ¿Ven? Ese chico sí que era raro. No sé porqué, pero siempre lo sentí así. Nos hicimos bastante amigos; venía a mi casa cuando nos juntábamos con los chicos. Pero un día se fue todo por la pendiente. Entre el beso de borrachera que quiso darme y el poema que me dedicó… era muy intenso ese hombre. Pero yo entre el cine y Pablo ya tenía una vida. Encontré en ellos lo que toda la vida quise.
Pero un día Pedro desapareció del planeta. No pasó más por casa, no iba al taller, no lo veía por ningún lado. Ni siquiera llamaba. Yo tuve que seguir con mi vida. De hecho, me casé con Pablo y nos mudamos a Estados Unidos. Cómo me hubiera gustado que Pedrito sepa de mi felicidad. Lástima que nunca respondió todas las cartas que le dejaba en su buzón ni los mensajes del contestador. ¿Tendría bien sus datos o todo fue una mentira? Yo lo busqué. Él se fugó.

Carolina Abiad.

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