martes, 21 de diciembre de 2010

Historias del Trayecto XXI: Cambio de parecer.

Me ardía cada tecla en la yema. Pero tenía que contarlo. Cantidad no es calidad, y asumirlo cuesta aún más que desmentirlo.

Violeta se hallaba descolorida, casi sin alma, luego de que algunos captores habían querido robarle la esencia. Caminaba en círculos, se perdía en un desierto pantanoso lleno de miseria y desidia. Cuando la sed la acechaba, recordaba los momentos de júbilo en aquellos jardines de plena Babilonia; era lo único que la distraía y le componía una mueca parecida a una sonrisa. Su cantimplora oxidada, los pies descalzos, la esperanza famélica.
Tal fue la ventisca que levantó la ola de calor que se tapó los ojos, y se dejó llevar por el resto de sus sentidos. Caminó en un sentido incierto, hasta poder ayudarse por el perfume de las cascadas y la selva, cada vez más cerca. Se cargó de las últimas energías que le restaban, corrió, lo hizo por su bien. Ya sin importarle tropezar, fue más rápido y más fuerte, ciega, aunque audaz, y pegó un salto esbozando un sollozo de placer.
Alguien la encontró a Violeta, ya cansada de tanto llorar y tanta sed, reposando y en posición fetal. Estaba tanto o más exhausto, pero acostumbrado, el viajante le quitó las bendas y la llevó a refrescarse. Había mucho verde para ver.

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