viernes, 15 de junio de 2012
Historias del Trayecto XXVIII: "El príncipe (del bondi) azul"
Qué importa en qué esquina de San Martín fue, no quiero empezar mi relato mintiendo. Se dio la vuelta rozando una esquina cualquiera, en slow motion, como tocando un piano con los pies, y en cada tecla una zancada en zapatillas.
Lo acompañé desde el 343cartel rojoex304 con las córneas, las pupilas, los ojos enteros jugando a no parpadear. No me perdí una milésima, me lo recorrí todo, trotando, bordeando la esquina, mirando a los dos lados y cruzando prudente pero apurado, rozándole la espalda al bondi, rodeándolo, dando la vuelta hasta plantarse en la parada, y ser el último en subir. Perseguía el mismísimo colectivo en el que le dibujé una jaula con la mirada.
"Uno cincuenta" y una voz ronca: los ratones y yo especulábamos. "Para verte mejor" dijo el lobo, y lo hizo posar frente mío, parado frente a la puerta. Yo me sentaba lista para el moonwalk, de espaldas al colectivero, sus espejos con peluches y neon.
Cada vez que alguien se bajaba, el foquito de la puerta me regalaba un algunas fotos: unas tremendas escleróticas incandescentes. Una tímida barba roja incipiente. Una capucha melange, un atuendo casual, una mirada triste. Se le cansaron las piernas o el autoestima, y se sentó a una diagonal de distancia. A esta altura los rayos que nos tirábamos eran habitués de los segundos que corrían.
La cuenta regresiva a José Hernández y Martín Lange era agresiva. Hasta que me bajé, el itinerario visual fue: cuaderno-pibe-cuaderno-pibe-ventana (¿Cuánto falta?)-pibe-cuaderno-puerta-colectivero-pibe-ventana-pibe. Por primera vez me pregunté si mi caradurismo era tan pertinente como la causalidad de haberme infatuado. Tengo un identikit en el tercer ojo. La próxima será.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario