(...) me imagino a muchos niños pequeños jugando en un gran campo de centeno y todo. Miles de niños y nadie allí para cuidarlos, nadie grande, eso es, excepto yo. Y yo estoy al borde de un profundo precipicio. Mi misión es agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio. Quiero decir, si algún niño echa a correr y no mira por dónde va, tengo que hacerme presente y agarrarlo. Eso es lo que haría todo el día. Sería el encargado de agarrar a los niños en el centeno. Sé que es una locura; pero es lo único que verdaderamente me gustaría ser. Reconozco que es una locura.
NO HAY PERSONAJE LITERARIO MÁS MARAVILLOSO, CON QUIEN HAYA GENERADO SEMEJANTE EMPATÍA Y HASTA, ME DE LA SENSACIÓN DE CRUZÁRMELO POR LA CALLE, YA GRANDE, O ETÉRNAMENTE JOVEN.
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