Quizás tu mano izquierda rasguñe alguna cuerda hasta envolverla con rabia.
Intuyo por tu falso desprecio que no hay mentira mayor a tu indiferencia.
Asumo que hay cosas que se te tornan eternas por determinación.
Me evaporo en el diván de tus analistas.
Juego a las escondidas en el bosque de Ligeia.
Me filtro como tinta en la canción que escribiste para tachar.
Y congelo el momento en el que te rendiste a la musa.
Solo así vuelvo a saber quién sos. Sin puntos suspensivos.
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