Y como si esto fuera poco, se le dio por averiguar si al séptimo día, la nostalgia se tomaba franco como el Todopoderoso.
Parece que con el correr de los años, construyeron una suerte de gps de la amargura que los imanta en cuestión de instantes.
Él tenía todo preparado; una venganza, frágil y poco inteligente. Ella fue al encuentro, cansada de reiterar, que lo hizo en son de paz.
Dentro de lo esperado por alguna de las partes, se encuentran las escenas en la calle, un balcón, gritos, vecinos curiosos y hasta un paquete de Elite. Dentro de lo inesperado; risas, escaleras y besos. Irónicos elementos, caras del mismo diamante en bruto que nunca supieron pulir.
Pero la sorpresa no deja de ser una de las caras; enajenados, se pararon de manos y se disputaron el cinturón, hubo empate, o los dos se retiraron de la pelea, no se sabe bien aún que pasó . Sus cabezas derrocharon masa encefálica en la cama y la cosa no dio para más. Fue mejor cruzar las cuatro piernas y rodear a un cenicero.
Recién ahí el bobo se desperezó, y él se sinceró. Ella empezó a llorar. No podía creer que lo escuchaba hablar de otra mujer sin que se le estrujara el alma. Vomitaron en la cama, se ve que haber comido bronca les hizo mal. Reposaron sobre mota, les hizo bien. Él le arrancó una caricia, ella unos consejos. Se quedaron pasmados, boquiabiertos, se rieron, se volvieron a besar... esta vez con más ganas.
Lo demás no hace falta contarlo, las coordenadas las saben, y la moraleja de esta historia interminable, también.
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