Siempre armamos el árbol madeinchina-menemista al lado del hogar, como añorando un invierno que nunca nos tocó. Al lado, allá en Marengo, reposaba el viejo aparatejo con una caja enorme, llena de cassettes y un micrófono para karaoke.
Cuando la comida estaba preparada, papá había vuelto de misa y mis hermanos estaban bañados, colonia Pibes y raya al medio, sonaba el timbre. Mi abuelo llegaba con el falcon rojo, a los gritos pelados, eran como bocinas. Ahí es cuando me esmeraba por hacerme la grande y toquetear enchufes sola, con tal de que las lucecitas prendan.
Las puteadas de siempre, porque el todopordos te las vendió "intermitentes perennes"; unas prenden, otras no.
Y papá en el sillón, muy consternado, como resolviendo un enigma matemático, buscando en esa enorme caja; y una de las mejores cosas que me dio. No se si es el tema, o sus ojos de vidrio miel al escucharlo otra vez. Desde ese entonces, para mí también esto es navidad. No me es necesario creer en más.
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