Aquel insolente y dúctil sujeto se volvió irreemplazable.
Cuando al extender los brazos en cruz, expeliendo energía desde el núcleo del ser hasta las diez uñas, pasando por cada vello de ambas extremidades uno se encuentra en un estado desolador y extrema desprotección, comience a preocuparse. El único auxilio o cobijo se esconderá detrás de ese mismo sujeto de carne y hueso que hoy comenzó peligrosamente a endiosar.
Si a cada pulgada que usted corre su envergadura en ancho o alto, recrea una nueva relación entre el sujeto y el medio, haciendo conexiones del tipo supra-idiotas, entrelazando hechos insólitos o de nula importancia, su mente está comenzando a infectarse.
En caso de expulsar una interjección que no cabe a lugar, entre jocosa y melosa o emitir un suspiro leve pero sustancioso, procure estar atento, tras ese aliento puede escurrirse un extracto evaporado de su propia alma.
Y por último, si al enfrentarse con el problema que lo afecta, le carraspea la voz, se le turba la mirada y se le hace insostenible el quedarse firme por el hormigueo en la boca del estómago, tenga suma cautela con lo que vaya a declarar... el remedio puede ser la enfermedad.
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