Que te fijabas si que el puntito rojo del Blem no me apuntara a los ojos,
Que tu señal de descanso eran las medias de strich con ojotas al viento,
Que premiaste mi paso a primer grado con libros para pintar
Que soportaste mi maltrato y mi malaeducación
Que me calculaste fríamente mis caídas y golpes para evitarlos,
A vos, mi poco valiente abuelo, que con tu dulzura y cuidado invadiste mi infancia y la pintaste de colores pastel... qué bueno que nos conocimos. Qué bueno que se que no te vas de mí. Ojalá algún día se me contagie esa bondad desmedida y esa otra mejilla, tan desinteresada y a tiempo.
Te quiero mucho, Albertitito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario