domingo, 31 de octubre de 2010

Historias del Trayecto XX (Edición especial): La censista y la muerte.

El clima favoreció la madrugada. El sol ya estaba de estreno y no me quedó otra que levantarme, desayunar y tomarme el tren en horario de feriado. Llegué a la escuela compadeciendo a quien le haya dado pelota al pronóstico y salió desabrigado... o simplemente no haya tenido con qué abrigarse; estaba bastante fresco.
Debo admitir que al salir con bolsa y todo me sentí bastante idiota... pero muy distinta fue la reacción a posteriori. Totalmente distinta.
Al 3009 le dieron revancha a mi paciencia y no sólo me atendieron, sino que me hicieron pasar. En cuanto me enteré que cagaron a trompadas a un compañero en Lanús (Qué gremial que suena) y afanaron a otra en Federico Lacroze no dudé en no rechazar la invitación.
Mi muestrario poblacional de diez y diez de la mañana estaba compuesto por una familia mendocina hermosa recién mudada a la metrópoli porteña. Había una mesa redonda llena de hijitos, marido y señora bien empiyamados. Me ofrecieron mate y bajaron la radio. Aflojé el peso apoyando la mochila en la silla y comencé las preguntas. Los nenes participaban y curiosamente tenían acento mendocino por pura crianza; me recordaron cuánto extrañaba a mis primos.
El cuestionario de población individual por hogar número tres empezaba y la radio se escuchó más fuerte; "Victor Hugo no se va a andar con jodas necrológicas", pensé. Había muerto Kirchner.
Me congelé, y pensé dos cosas súmamente irónicas: Por un lado, tuve y tengo miedo que palme Fidel en plena visita, el próximo verano. Eso de estar ahí si se le ocurre ir de gira con Celia no me cierra... El martes 27 lo viví en mi propio país, y colaborando con el acto cívico.
Por otro, fuimos capacitados para censar a gente muerta. Es decir que, si hay alguna persona que falleció en lo que va del día pero, a las cero horas del 27 estuvo viva, debe ser censada. Quién iba a decir que un cuestionario C para viviendas colectivas, iba a llevar su nombre tras la internación en Santa Cruz.
Me despedí de los mendocinos convencidísima de que estábamos viviendo historia.

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