sábado, 27 de febrero de 2010
Posteo maricón...
And I've tried but I can't try no more...
http://www.youtube.com/watch?v=uvYuZQvUheY&feature=related
Conciliar el sueño (flashero, por cierto...)
Luego vino un periódo en que soñé con aviones. Más bien, con un solo avión, porque siempre era el mismo. La azafata era feúcha y me trataba mal. A todos les daba champan, menos a mí. Le pregunté por qué y ella me miró con un rencor largamente prolongado y me contestó: «Vos sabés bien por qué». Me sorprendió tanto aquel tuteo que casi me despierto. Además, no imaginaba a qué podía referirse. En esa duda estaba cuando el avión cayó en un pozo de aire y la azafata feúcha se desparramó en el pasillo, de tal manera que la minifalda se le subió y pude comprobar que abajo no llevaba nada. Fue precisamente ahí cuando me desperté, y, para mi sorpresa, no estaba en mi cama de siempre sino en un avión, fila 7 asiento D, y una azafata con rostro de Gioconda me ofrecía en inglés básico una copa de champán. Como ve, doctor, a veces los sueños son mejores que la realidad y también viceversa. ¿Recuerda lo que dijo Kant? «El sueño es un arte poético involuntario.»
En otra etapa soñé reiteradamente con hijos. Hijos que eran míos. Yo que soy soltero y no los tengo ni siquiera naturales. Con el mundo como está. Me parece un acto irresponsable concebir nuevos seres. ¿Usted tiene hijos? ¿Cinco? Excuse me. A veces digo cada pavada.
Los niños de mis sueños eran bastante pequeños. Algunos gateaban y otros se pasaban la vida en el baño. Al parecer, eran huérfanos de madre, ya que ella jamás aparecía y los niños no habían aprendido a decir mamá. En realidad, tampoco me decían papá, sino que en su media lengua me decían «turco». Tan luego a mí, que vengo de abuelos coruñeses y bisabuelos lucenses. «Turco vení», «Turco, quero la papa», «Turco, me hice pipí». En uno de esos sueños, bajaba yo por una escalera medio rota, y zas, me caí. Entonces el mayorcito de mis nenes me miró sin piedad y dijo: «Turco, jodete». Ya era demasiado, así que desperté de apuro a mi realidad sin angelitos.
En un ciclo posterior de fútbol soñado, siempre jugué de guardameta o golero o portero o goalkeeper o arquero. Cuántos nombres para una sola calamidad. Siempre había llovido antes del partido, así que las canchas estaban húmedas y era inevitable que frente a la portería se formara un laguito. Entonces aparecía algún delantero que me fusilaba con ganas y en primera instancia yo atajaba, pero en segunda instancia la pelota mojada se escabullía de mis guantes y pasaba muy oronda la línea de gol. A esa altura del partido (nunca mejor dicho), yo anhelaba con fervor despertarme, pero todavía me faltaba escuchar cómo la tribuna a mis espaldas me gritaba unánimemente: traidor, vendido, cuánto te pagaron y otras menudencias.
En los últimos tiempos mis aventuras nocturnas han siso invadidas por el cine. No por el cine de ahora, tan venido a menos, sino por el de antes, aquél que nos conmovía y se afincaba en nuestras vidas con rostros y actitudes que eran paradigmas. Yo me dedico a soñar con actrices. Y qué actrices: digamos Marilyn Monroe, Claudia Cardinale, Harriet Anderson, Sonia Braga, Catherine Deneuve, Anouk Aimée, Liv Ullmann, Glenda Jackson y otras maravillas. (A los actores, mi Morfeo no les otorga visa.) Como ve, doctor, la mayoría son veteranas o ya no están, pero yo las sueño como aparecían en las películas de entonces. Verbigracia, cuando le digo a Claudia Cardinale, no se trata de la de ahora (que no está mal) sino la de La ragazza con la valiglia, cuando tenía 21. Marilyn, por ejemplo, se me acerca y me dice en un tono tiernamente confidencial: «I don't love Kennedy. I love you. Only you». Sepa usted que en mis sueños las actrices hablan a veces en versión subtitulada y otras veces dobladas al castellano. Yo prefiero los subtítulos, ya que una voz como la de Glenda Jackson o la de Catherine Deneuve son insustituibles.
Bueno, en realidad vine a consultarle porque anoche soñé con Anouk Aimée, no la de ahora (que tampoco está mal) sino la de Montparnasse 19, cuando tenía unos fabulosos 26 años. No piense mal. No la toqué ni me tocó. Simplemente se asomó por una ventana de mi estudio y sólo dijo (versión doblada): «Mañana de noche vendré a verte, pero no a tu estudio sino a tu cama. No lo olvides». Como voy a olvidarlo. Lo que yo quisiera saber, doctor, es si los preservativos que compro en la farmacia me servirán en sueños. Porque ¿sabe? no quisiera dejarla embarazada.
No quisiera morirme sin volver a verte (Esto es un llamado real)
Yo tenía un vestido blanco con ventanitas de broderie en el ruedo. Había luna y un patio y naranjada y se bailaba dos pasos largos y un pasito corto.
Vos no eras invitado; solamente el amigo de un amigo, pero nadie te dijo que te fueras. Tenías una camisa bien planchada y los ojos más bellos de la noche.
Creí que te acercabas para sacar a bailar a la dueña de casa, pero era a mí.
La vida era tan nueva, era tan larga, era tan sin estrenar y dulce, era tantas preguntas, era tantas promesas y esperanzas, era una extraordinaria omnipotencia: un territorio de descubrimiento donde todo el tiempo era nuestro y moriríamos de viejos algún lejano día en un lejano año . . .
La vida era una estrella lustrada con el pañuelo de lustrar manzanas, ese pañuelo del que aun no conocíamos su vuelo de alondra gris para el adiós, su textura de nube para secar el llanto de los desconsuelos . . .
La vida era el instante en que vivíamos, una página en blanco para garabatearla o estrujarla, para hacer un barquito que navegara en charco de la lluvia o cruzara el Atlántico, porque todo, absolutamente todo era posible y bello y luminoso.
Por todo esto, por un bolero que cantaste a capella y que me dio vergüenza que los demás oyeran ( Mujer . . . si puedes tú con Dios hablar . . . pregúntale si yo alguna vez . . .), y más que nada por un breve beso . . . MI PRIMER BESO . . ., sentimos que ese encuentro era un encuentro "para siempre jamás".
Tal vez hubiese sido así si no hubiera tenido que marcharme con mi familia por tres largos años a un pueblo de Corrientes.
Digo "tal vez" porque no estoy segura si hubiese continuado, de quedarme yo aquí, la magia y el romance. O solamente fue el olor del verano, el un dos tres del baile, tus ojos desbordantes, tu barítona voz, mis ganas de saber lo que era un beso . . .
No quisiera morirme sin volverte a verte.
Claudio: si por casualidad lees estas líneas, si recordás que fuiste aquel muchacho, si mi nombre te dice alguna historia que no borraste de tu corazón, llamame.
Hay media naranjada en cada vaso, que nunca terminamos de beber.
Sólo quiero contarte algunas cosas, saber qué fue de vos, y quizás . . . tener catorce años otra vez, por un rato.
Recuerdos
-Usted parece que no está aquí –me dijo un anciano, sentándose a mi lado.
-Estoy aquí –respondo. –Sólo que doce años atrás, en 1986. Sentado en este mismo banco con un amigo pintor, Anastasio Ranchal. Los dos estamos mirando a mi mujer, Christina, que bebió más de la cuenta y hace como que baila flamenco.
-Aproveche –dijo el anciano. –Pero no se olvide de que el recuerdo es como la sal: en la cantidad adecuada le da sabor a la comida; pero si se exagera, estropea el alimento. Quien vive demasiado en el pasado, gasta su presente en recordar.
Paulo Cohelo.
jueves, 25 de febrero de 2010
Me recomendaron...
martes, 23 de febrero de 2010
Una cuota de Holden
viernes, 19 de febrero de 2010
Historias del trayecto VI
Se sentó en el último asiento del quince. Era el único que no sufría el torbellino de su cabellera en medio de la Panamericana por razones obvias, claro. Sus ojos se fijaban puntualmente en los míos; verlo tan de frente quizás haga que pueda describirlo tan bien.
Llevaba ropa deportiva, sugería ir sin apuro a algún destino que lo hizo bajar cerca del Solei, tenía una remera blanca, esas que usan los profesores de las colonias de vacaciones, siempre medias gastadas, supongo, por la exposición solar; sus pantalones eran de un azul marino muy oscuro, de esos que se confunden con el negro, o gris topo. Estaba calzado con unas sandalias de goma parecidas a las que le regalé a mi papá en navidad.
Mientras mi medio metro de pelo ondulado se entrecruzaba como bandera flameante, ante el inmenso calor, con el bondi hasta las manos y los brazos marcados por el peso de la cartera y la bolsa que llevaba, nos seguíamos mirando. Quizás, su mente voló a la par mío, quizás no. Solo yo puedo decir todo lo que imaginé; puede que prejuzgándolo, puede que deseando que fuera de una manera en particular.
Hay algo que nunca me desanima cuando alguien en un trayecto me atrae tanto, y es la historia de mi amiga Daniela. Ella chocó miradas que creyó inconclusas y el flaco terminó corriéndola hasta el extremo opuesto de la escalera mecánica del subte para pedirle el teléfono. Entonces supe que estas cosas no pasan sólo en las películas, o en una cursi melodía de un tal James Blunt.
Luego bastó con que se rascara el ojo derecho con la misma mano... era casado. Seré un especimen desconocido en estos tiempos, pero realmente me jodió seguir mirándolo. Me detuve, me pasaron mil experiencias -ajenas y propias- por la cabeza, y me limité a que estos ojos marrones se despidieran de los suyos, viéndolo bajar a la altura de Boulogne.
Otra visión (no la comparto), aunque es interesante {Qué bueno, siempre me hace pensar en otras cosas...}
Fidel
Sus enemigos dicen que fue rey sin corona y que confundía la unidad con la unanimidad.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Sus enemigos dicen que si Napoleón hubiera tenido un diario como el –Granma-, ningún francés se habría enterado del desastre de Waterloo.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Sus enemigos dicen que ejerció el poder hablando mucho y escuchando poco, porque estaba acostumbrado más a los ecos que a las voces.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Pero sus enemigos no dicen que no fue por posar para la Historia que puso el pecho a las balas cuando vino la invasión,
que enfrentó a los huracanes de igual a igual, de huracán a huracán,
que sobrevivió a seiscientos treinta y siete atentados,
que su contagiosa energía fue decisiva para convertir una colonia en patria
y que no fue por hechizo de Mandinga ni por milagro de Dios que esa nueva patria pudo sobrevivir a diez presidentes de los Estados Unidos, que tenían puesta la servilleta para almorzarla con cuchillo y tenedor.
Y sus enemigos no dicen que Cuba es un raro país que no compite en la Copa Mundial del Felpudo.
Y no dicen que esta revolución, crecida en el castigo, es lo que pudo ser y no lo que quiso ser. Ni dicen que en gran medida el muro entre el deseo y la realidad fue haciéndose más alto y más ancho gracias al bloqueo imperial, que ahogó el desarrollo de una democracia a la cubana, obligó a la militarización de la sociedad y otorgó a la burocracia, que para cada solución tiene un problema, las coartadas que necesita para justificarse y perpetuarse.
Y no dicen que a pesar de todos los pesares, a pesar de las agresiones de afuera y de las arbitrariedades de adentro, esta isla sufrida pero porfiadamente alegre ha generado la sociedad latinoamericana menos injusta.
Y sus enemigos no dicen que esa hazaña fue obra del sacrificio de su pueblo, pero también fue obra de la tozuda voluntad y el anticuado sentido del honor de este caballero que siempre se batió por los perdedores, como aquel famoso colega suyo de los campos de Castilla.
Tomado del libro Espejos de Eduardo Galeano.
Hablando de lluvia...
¿Por qué debo de considerar en este mundo... (TOMO UNO)
... que para pasar el psicotécnico de un preocupacional, es mejor dibujar al sujeto bajo la lluvia CON PARAGUAS EN LA MANO?
¿Acaso no puede ser libre, y chapotear un rato sin preocuparse por mojarse?
¿De ahi viene la palabra preocupacional?
miércoles, 17 de febrero de 2010
Pal' Norte
http://www.youtube.com/watch?v=1wGRp20_KRc&feature=related
martes, 16 de febrero de 2010
Extraigo de una de mis compañeras. Me encantó.
Toda la vida lo quise.
lunes, 15 de febrero de 2010
sábado, 13 de febrero de 2010
Intento decir qué es
viernes, 12 de febrero de 2010
Poetry drop
como cuando los frutos de plena estación
de aquellos árboles frondosos
están a punto de estallar.
Dio ritmo a mi cardio, alimentó mis sentidos,
estimuló mis neuronas, recreó imágenes lantentes.
Traté de serenarme; sólo habían letras en el papel
Supongo, nunca entenderé la inmensidad...
Amo el suplemento Ñ, siempre saco algo lindo...
Tengo la nostalgia de un monstruo mitológico desfasado en tiempo y espacio. Miro a través de la fronda las hojas perladas de oleo y una pátina antigua que aleja lo que acerca en un único movimiento. Así representó el artista un paisaje florentino. Yo estoy en el borde del cuadro el pelaje oscuro, las orejas alertas.
sábado, 6 de febrero de 2010
Esta mina estuvo más allá
Hija del viento
Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.
Sigo examinando lo que puso la gente
Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido.
Si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado.
Si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque despues de todo he comprendido
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque despues de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
El mejor poema
En mi intento ocio-depresivo de sábado a las diez menos cuarto de la mañana, se me ocurrió googlear "El mejor poema de la historia"...
Y, apareció el mejor; casualmente, el que me olvidé de poner.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: “La noche esta estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”. El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Pablo Neruda.